domingo, 29 de abril de 2012

Soy lo que he leído

Soy lo que he leído

Recuerdo que, cuando era un niño, una parte importante de mi distracción era la lectura. En mi casa había libros, no muchos, como correspondía a una familia humilde y sin apenas formación, pero suficientes para que ya desde pequeño considerase el libro como un objeto preciado. 

Mis padres nunca me negaron un cuento o un libro; si no lo podían comprar iba a la biblioteca del pueblo donde pasaba muchas tardes ojeando o leyendo los libros que me llamaban la atención. Desde pequeño, cada vez que viajábamos para ver a familiares lejanos, acostumbraba a comprarme cuentos troquelados o revistas de pasatiempos para distraerme en el tren. 



 Cuando crecí, los cuentos dieron paso a colecciones como Los cinco, Los tres investigadores, Los Hollister, etc. y también clásicos juveniles (colecciones como las de Anaya, el Club Joven de Bruguera o las primeras colecciones promocionales de quiosco). Seguía visitando la biblioteca y leyendo Astérix o Tintín, además de otras novelas juveniles que caían en mis manos. 


 

En esos años conocí muchas obras clásicas en forma de cómic (los ilustrados de Bruguera), lo que me animó a descubrir ese mundo justo en el comienzo de mi adolescencia: las historietas de la editorial Buru lan, El Cairo, El víbora, Zona 84, Cimoc, Creepy, Comix, 1984, Hara kiri, Totem, etc. En esa misma época me aficioné a revistas como Muy interesante o Cacumen


De aquella vorágine lectora tan desordenada surgió un interés especial por la literatura seria. Debo decir que ese interés se despertó cuando ya pasaba los veinte, así que comencé a estudiar Filología para saciar esa curiosidad por la literatura. En esos tiempos me hice un lector compulsivo, algo que todavía padezco. Empecé a apreciar a los autores grecolatinos clásicos, la grandeza de la literatura medieval, el ingenio y maestría del siglo de oro, los triunfos y fracasos de la literatura moderna y contemporánea. 
En la actualidad sigo leyendo, libros en papel, libros digitales y muchos artículos de la red, sobre todo aquellos que escriben mis buenos amigos blogueros. He hecho de la lectura y la literatura mi oficio y leer sigue siendo mi pasión. Soy lo que he leído y creo que esa es la grandeza de leer: crecer siempre acompañado de grandes maestros.

Toni Solano

4 comentarios:

  1. ¡Ay, qué hubiera sido de nosotros sin las bibliotecas públicas de nuestros pueblos! Como tú dices, nuestros padres nunca nos negaban un libro, pero nosotros sabíamos que el dinero hacía falta para otras cosas más importantes, quiero decir, más "de supervivencia".

    Para todo/a el que lo quiera saber informo de que la Biblioteca Pública de Orihuela acaba de cerrar por las tardes. Los recortes en la Comunidad Valenciana llegan al extremos de que una biblioteca de semejante calibre abra sólo durante las mañanas ¡cuando menos se usa por estar la gente en las escuelas o en el trabajo (los más afortunados)!
    ¡Pan y circo para mis alumnos, mi hijos, las generaciones venideras...!
    Recemos un requiem o...¡actuemos!

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  2. Mmm, los ilustrados de Bruguera... Cuántas horas de lectura fácil, con mucho rendimiento (muchas aventuras por hora). Interesante leer tu historia como lector, Toni.

    Blogmaníacos, que curioso esto que cuentas de la biblioteca... La de mi pueblo, en Navarra, abre solo por la tarde desde siempre (de 2 a 9) y en verano, solo por la mañana. Lo cuento porque creo que mola saber cómo se organiza otra gente :D

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  3. Gracias, Conchita y María por vuestros comentarios. Sin duda, nuestras vidas serían muy distintas si no hubiese sido por las bibliotecas municipales. Es algo sobre lo que habría que reflexionar con seriedad.
    Un abrazo.

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  4. María/Nicolasa, dentro de lo malo, en tu pueblo actúan con más sentido común :))
    De todas formas, creo que las bibliotecas deberían tener horario continuado; es un servicio público indispensable.
    ¡Mimos, mimos es lo que necesita la educación en España, y las bibliotecas españolas parece que más todavía!

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